Ver el futuro
es lo más fácil del mundo:
solo hay que tener paciencia
y esperar que ocurra.
Carlos Vidales
Estocolmo, 2014-10-04
Como un agregado necesario a mis comentarios bobos sobre las personas escribidoras que podrían posiblemente ser agraciadas con el Premio Nobel de Literatura 2014, quiero ahora ofrecer algunos datos que indican cosas interesantes, sin que hasta ahora yo haya logrado dilucidar qué cosas son esas.
En primer término, una noticia que ha caído como una bomba casera en el reducido círculo de gente snob que no se pierde estos acontecimientos: la tradicional ceremonia de «puertas abiertas al público» en el antiguo edificio de la Bolsa de Estocolmo, hoy sede de la Academia Sueca, ha sido suprimida. Esto significa que el anuncio del ganador o ganadora, él o ella, del Nobel de Literatura 2014, será pronunciado por el Secretario Perpetuo de la Academia, Peter Englund, ante periodistas de radio, prensa y televisión exclusivamente, y que ningún o ninguna sujeto o sujeta del populacho tendrá acceso a tan interesante anuncio.
Se habla de «razones de seguridad» para justificar esta restricción. A uno, que es más o menos bobo, se le viene a la mente que entre los candidatos y candidatas al premio hay un africano que ha estado en la cárcel, torturado y martirizado por tiranos y terroristas; una argelina, defensora de los derechos de la mujer, muy valiente, quien además se niega a abandonar el Islam y lucha desde adentro por los principios del humanismo; una bielorrusa, periodista, ya procesada anteriormente por su defensa de los derechos humanos, terriblemente incómoda para los ultraortodoxos rusos, ucranianos, bielorrusos, etc., certera y agudísima crítica del estalinismo pasado, presente y futuro; un chino, sobreviviente de la masacre de Tiananmen, irreductible en la defensa de libertades que algunos muy poderosos califican de «invenciones burguesas»; un checo sobreviviente de la reacción soviética contra la «Primavera de Praga», a quien recientemente le han inventado la calumnia de que fue «informante de la policía», para descalificar su testimonio demoledor sobre la estupidez burocrática de los «comisarios de la inteligencia»; un gringo más o menos odiado por feministas ultras, puesto que describe actos sexuales en sus novelas, y ahora colocado en la lista negra por un monstruo editor/distribuidor por denunciar los abusos capitalistas (valga la redundancia) sobre los derechos de autores y autoras; un árabe, poeta, odiado por el Mosad; y un judío, odiado por algún centenar de millones de árabes. En otras palabras, parece haber suficientes motivos para que el hall de la Academia se llene de terroristas de todos los colores, listos para inmolarse en caso de que el premio recaiga en uno, o una, que les parezca inaceptable.
Y eso que solamente he mirado una lista reducida de los candidatos y candidatas, ellos y ellas. Sabrán vuestras ínclitas mercedes que este año de desgracias de 2014, los candidatos y candidatas premiables suman la bonita cifra de 210, según la lista confeccionada ya a comienzos de año por la Academia Sueca.
Y esto me ha hecho pensar que mi lista de diez posibles, publicada recientemente, es escandalosamente pequeña y estoy corriendo el riesgo de que el premio recaiga fuera de ella y yo quede como un ridículo ignorante, como suelen quedar invariablemente los doctos y doctas expertos y expertas que pronostican categóricamente sin tener en cuenta el principio del Maestro Yoda: «El futuro es difícil de ver, porque siempre se está moviendo».
Pero hay que jugar a las cábalas. Para comenzar, diré que en los tableros de apuestas internacionales (los más prestigiosos tienen sede en Londres, faltaba más), indican este rango de prioridades y favoritismos entre los apostadores, a fecha de hoy:
Sorprende grandemente que figuras prominentes y excelsas de las letras como Salman Rushdie, Antonio Lobo Antunes, William Trevor, Amos Oz, Milan Kundera, se encuentran en rangos tan bajos en las preferencias de los apostadores profesionales. Uno está tentado a decir que apostar no es lo mismo que leer y leer no es lo mismo que entender lo que se lee, pero es un hecho de la vida real que la Feria de las Vanidades cotiza según designios inescrutables.
Y advierto que estoy dicendo todo esto con muy buen humor y sin el ánimo de molestar a nadie, pidiendo a quien me lea que ría con gana, según el sabio consejo del buen Rabelais:
Verdad es que aquí hay poca perfección;
en cualquier caso, aprenderéis a reír.
Otra razón no puede mi corazón elegir.
Viendo el duelo que os corroe y tortura,
mejor es de risa que de llanto escribir,
porque reír es propio de la humana criatura.
Dicho lo anterior queda por registrar, con precisión científica (porque mi papá, Luis Vidales, era experto en estadísticas y no es cosa de traicionar aquí la tradición paterna), cómo es el asunto de los viejos aspirantes y los recién llegados:
En febrero de 2014 la Academia Sueca había recibido 271 propuestas de candidaturas para el Premio Nobel de Literatura. Luego de sesudas elucubraciones, dictámenes y pareceres, los honorables académicos decidieron aceptar una lista de 210 candidadtos admitidos. De esos 210, solamente 36 son candidatos por primera vez, y 174 ya han sido nominados anteriormente.
Después de esa docta e ilustrada sesión, los ínclitos académicos se fueron en tropel al restaurante Gyldene Freden (Paz Dorada), y gozaron pantagruélicamente de una bella sopa de arvejas amarillas (ärtsoppa) con panqueques (pannkakor) y dulce de bayas (lingonsylt), típico menú popular de tradición medieval en estas tierras nórdicas, que es ritual obligado, según la mitología del populacho, para cerrar la confección de las listas Nobel. Y yo cuento este detalle, basado en el relato de Peter Englund, Secretario Perpetuo de la Academia Sueca.
Carlos Vidales
Estocolmo, 3 de octubre de 2014
Aunque no creo en los premios –lo he dicho varias veces–, sí creo en la influencia que los premios literarios ejercen sobre la vida cultural de pueblos y naciones. Millones de personas leen los textos que han sido tocados por la fama y orientan sus preferencias y opiniones en razón de lo que se oye, se comenta, se alude y se recomienda. Por eso –y tal vez por otras razones más nobles– tal vez sea interesante hablar del premio Nobel de Literatura que la Academia Sueca otorgará dentro de unas semanas y cuyo afortunado receptor todavía no conocemos.
Aun no ha comenzado la feria de cábalas, profecías, apuestas, anticipaciones y presagios en torno al posible ganador del premio. La muchedumbre docta de gente experta en cosas de las letras, que invariablemente se equivoca en sus predicciones, aun no ha iniciado su erudita algarabía, tan enriquecedora por lo que enseña a la horda de bobos que solamente somos lectores más o menos despistados.
Este año, pues, me adelantaré a los doctos letrados y a las doctas letradas y me permitiré ofrecer a ellos y a ellas, los y las, algunos datos que ellos y ellas ya saben pero que administran, sospecho, con poca disciplina y rigor.
Mi metodología científica es impecable, creo. Me guío por las preferencias de los lectores y las lectoras de Suecia, según se registran en las cifras de ventas de editores y libreros. Tenemos derecho a suponer que la Academia Sueca no es indiferente a estos datos, porque otras veces hemos visto que, en efecto, el premiado o la premiada ha gozado de las predilecciones del público lector nórdico previamente a la adjudicación del premio.
No obstante, la prudencia y el principio de oro de Descartes («dudar de todo») aconsejan no hacer pronósticos y mucho menos apuestas. Me limitaré, por lo tanto, a considerar diez criaturas escribientes sobre alguna de las cuales puede caer, tal vez, quién sabe, la lluvia de ocho millones de coronas suecas y el bonito diploma y la redonda medalla de oro del Premio Nobel de Literatura 2014. Me orientaré por la información ofrecida por uno de los mayores distribuidores y agentes de libros nuevos y usados de Suecia, la Bolsa del libro (Bokbörsen). La versión al castellano es mía, no se trata de una traducción literal.
Vamos allá.
1- Según el propio Haruki Murakami, la inspiración para escribir su primera novela Hear the Wind Sing (1979) le llegó mientras asistía a un partido de béisbol. Murakami escribió su obra en varios meses en el bar, después de su horario de trabajo, con algunas breves adiciones en el día, lo que resultó en un texto algo fragmentario, a saltos, con breves capítulos. Cuando terminó, envió inmediatamente su novela al único concurso que recibía obras de ese tamaño, y ganó el primer premio. De todos modos, en esta su primera novela se reflejan muchos de los elementos fundamentales de su ulterior creación literaria: estilo occidental, humor de trazo muy personal, y cautivadora nostalgia. Murakami es probablemente el más fuerte de los candidatos al premio 2014, aunque nunca se sabe.
2- Durante sus estudios en Uganda, Ngũgĩ wa Thiong’o escribió sus dos primeras novelas y su primera pieza teatral, The Black Hermit. Weep Not, Child fue la primera novela de un africano oriental y despertó un gran interés internacional. Su tercera novela, Om icke vetekornet (Si no el grano de trigo), publicada en 1967, fue escrita en Leeds y obtuvo muy elogiosas críticas.
Thiong’o escribe desde 1978 casi exclusivamente en la lengua del pueblo kikuyu. Su dura crítica contra los ricos terratenientes y políticos, que oprimen a los pobres para acrecentar sus ganancias, le hizo tomar la decisión de escribir en kikuyu para llegar a los campesinos. Después de la realización de su pieza Ngaahika Ndeenda en el centro cultural de Kamiriithu, fue encarcelado sin proceso. Ngügï describió su año en la cárcel en Detained: a Writer’s Prison Diary (1981). He leído algunos fragmentos (en inglés) que me han parecido magistrales y conmovedores.
3- Desde su debut en 1957, Assia Djebar ha tratado en forma literaria los problemas de que ha sido testigo y que la han acosado: las condiciones de las mujeres musulmanas del Magreb, el despertar político producido por la revolución de independencia de Argelia, el derecho de las mujeres a la educación y la historia social de África del norte.
A diferencia de muchas feministas occidentales, que han tomado distancia de las religiones por considerarlas patriarcales, Djebar apoya su feminismo en interpretaciones del Islam y de las épocas de Abraham y Hagar, como se ve en su novela Loin de Médine (Lejos de Medina). Como ocurre con muchos otros autores postcoloniales, las narraciones de Djebar tratan sobre los temas de idioma e identidad.
4- Una de las más fuertes candidatas, Joyce Carol Oates, extraordinariamente productiva y una de las más elogiadas escritoras norteamericanas de todos los tiempos. Muchas veces ha sido mencionada como firme candidata al premio Nobel.
Su escritura lleva el sello de su adhesión a la escuela tradicional de lo realista-romántico, en que las relaciones, decepciones y sueños de los individuos, junto a las descripciones de la sociedad norteamericana contemporánea, han estado siempre bajo el foco central, frente a los experimentos formales del postmodernismo.
Durante la década de 1980, con Bellefleur y otras novelas posteriores, reintrodujo el romance gótico y dejó de lado la contemporaneidad para explorar la historia norteamericana. Sus más recientes novelas han sido crónicas familiares.
La novela Blonde, publicada en 2000, trata de Marilyn Monroe y ha sido muy estimada y elogiosamente comentada, se ha vendido en grandes ediciones y fue nominada a premios de prestigio como el Pulitzer y el National Book Award.
5- La poesía de Adonis es moderna y modernista. Bajo una fuerte influencia de los surrealistas franceses, su lírica está colmada igualmente de referencias a los mitos y símbolos de las múltiples y milenarias culturas del Mediterráneo. Muchos expertos lo consideran como el más importante poeta vivo del idioma árabe y varias veces ha sido mencionado como un posible ganador del premio Nobel. Su obra más conocida, el cliclo poético Cantos de Miyar (1961) es valorado como una de las altas cumbres de la nueva poesía árabe, en particular, y de la poesía modernista, en general.
6- Philip Roth ha publicado 28 novelas, varias premiadas, desde su debut en 1959 hasta 2007. Él ha descrito su oficio como «escribir biografías apócrifas y falsas historias». Ya desde sus primeras novelas ha descrito escenas sexuales con íntimos detalles y exclusivamente desde el punto de vista masculino, lo que le ha valido ser calificado como pornográfico y antifeminista.
Desde su debut con Goodbye, Columbus (Adiós, Colón) la novelística de Roth ha recorrido varios estadios de desarrollo. Con frecuencia regresa a sus propios orígenes como judío de clase media y con ellos escenifica sus relatos; del mismo modo, ha criticado la diferenciación entre las categorías de ficción y autobiografía.
Comprometido con la libertad de la literatura, Roth se ha unido a Milan Kundera, Orhan Pamuk y Salman Rushdie en el repudio público contra las prácticas «codiciosas» y «abusivas» de la distribuidora internacional Amazon.
7- Svetlana Aleksijevitj (bielorrusa y periodista) llama a su suite de novelas documentales Utopins röster – Historien om den röda människan (Voces de la Utopía – Historia del ser humano rojo). El primer libro de la serie es Kriget har inget kvinnligt ansikte (La guerra no tiene ningún rostro femenino) y en él narran varias mujeres sobre su vida en el Ejército Rojo durante la «Gran Guerra Patriótica» (Segunda Guerra Mundial).
En 1992 se inició en Minsk un proceso contra Aleksijevitj y su libro Zinkpojkarna (Los muchachos de zinc), pero gracias a la movilización de las fuerzas democráticas del país, las acusaciones fueron retiradas. A finales de la década de 1990 Aleksijevitj fue sistemáticamente sometida a acoso y presiones por parte del régimen de Lukashenko y se vio obligada a abandonar su patria en 2000. Vivió primero en París; luego, entre 2006 y 2008, en Gotemburgo y más tarde en Berlín. En 2011 regresó a su hogar en Minsk.
Según numerosísimos observadores y levantadores profesionales de apuestas, Aleksijevitj es la gran favorita para el premio Nobel 2014.
8- En relación con las protestas estudiantiles de 1986 en China, Bei Dao se convirtió en un individuo impublicable y sin derecho a trabajar. Después de las protestas y de la masacre en la Plaza de la Paz Celestial (Tiananmen) en Beijing, donde algunos de sus poemas habían sido declamados por los manifestantes, debió abandonar el país para evitar la prisión. Ha vivido en Alemania, Suecia, California. Su esposa y su hija pudieron reunirse con él recién a mediados de la década de 1990.
Bei Dao ha recobrado la posibilidad de vivir y trabajar en China, desde 2006. Sus obras han comensado a ser permitidas y toleradas. Se han traducido a 25 idiomas. Además de poemas, ha publicado relatos, ensayos y novelas.
9- Milan Kundera inició su carrera literaria como poeta y su primer libro, la antología poética Clovek zahrada širá (El hombre es mi jardín), se publicó en Checoslovaquia en 1953. Luego siguieron varias colecciones de poemas, una exitosa pieza de teatro en un acto, Majitelé Klícu (Los propietarios de las llaves, 1962), que plaanteó la problemática de las premisas sociales del individuo para sus acciones políticas, y más tarde la colección de relatos Kärlekens löjen (Los amores ridículos, 1963), antes de tomar la decisión de escribir novelas. Su novela de debut, Skämtet (La broma, 1970), sobre los efectos del estalinismo sobre la vida emocional, se publicó en 1967 y tuvo un modesto recibimiento internacional.
Kundera tuvo un enorme éxito internacional en 1984 con Varats olidliga lätthet (La insoportable levedad del ser), libro prohibido en Checoslovaquia hasta 1989. La novela fue llevada al cine en 1988.
10- Después de publicar varias colecciones de relatos, dio a conocer Péter Nádas su primera novela, Slutet på en familjeroman (Final de una novela familiar, 1977). En 1986 publicó Minnesanteckningarnas bok, (Libro de apuntes), que describe el mundo como un sistema de relaciones que enlazan a las personas unas con otras. Sobre el trasfondo de la historia de la cultura europea, examina la disolución de la personalidad y las posibilidades de, a pesar de esta disolución, encontrar un sentido en el mundo real.
En 2005 se publicó la novela Parallella historier (Historias paralelas). El argumento está construido en torno a la historia de dos familias: una de ellas, — Lippay-Lehr, es húngara, la otra — Döhring, es alemana. Son como dos avenidas de acontecimientos que se cruzan y se relacionan a través de hechos y personas.
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Una vez hecha esta lista, bueno es advertir que, si bien el Premio Nobel de Literatura 2014 puede caer en las manos de alguna de las personas incluidas en ella, también es perfectamente posible que caiga en manos de alguna de las centenares criaturas escribientes no mencionadas aquí pero sin duda merecedoras de que la doliente humanidad las lea.
Recomiendo a mis lectores y lectoras, los y las, echen una ojeada a Wikipedia o a cualquier enciclopedia de papel, y enriquezcan su ya vasta cultura con algún nuevo conocimiento literario. Bueno es subrayar que, por lo que se ve en esta lista, el público lector nórdico ama a los escritores y las escritoras que han sufrido persecución y se han enfrentado con valor a ella por la libertad de pensamiento, por los derechos de las mujeres y por los derechos humanos en general. Lo que, sin duda, influirá grandemente en la Academia Sueca.
Carlos Vidales
Estocolmo, octubre 1 de 2014
Juan Manuel Roca
Texto presentado y leído en la ceremonia de entrega del
Doctorado Honoris Causa
por la Universidad Nacional de Colombia.
Bogotá, septiembre 25, 2014
Buenas tardes. Quiero manifestar mi gratitud hacia el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia por esta distinción en la que se habla, entre otras cosas, “de un reconocimiento a una vida dedicada a la poesía”. Que una Universidad valore, más allá de que esto recaiga en mí, el ámbito de la lírica, me resulta a todas luces alentador, cuando en muchos espacios de la vida académica se minusvalida todo lo que no sea pragmático o fácilmente comprobable. La poesía, que según Saint John Perse, es “el pensamiento desinteresado” no suele ser llamada con frecuencia al festejo académico ya que no pocas veces se ve como una religión sin feligreses. Por lo menos, estos reconocimientos escasean para mi escindida generación.
Mi generación ha oído y recibido más nombres que una pila bautismal. Para seguir en el juego nominal, que parece el de las muñecas rusas que tienen adentro otras que a su vez contienen una más, he propuesto para ella el nombre de Poetas del inxilio, en razón de que sus obras aparecen y se consolidan en los años de mayor desplazamiento en Colombia.
El inxilio es una suerte de exilio interior, un despojo de núcleos humanos, de familias desplazadas a las que les han usurpado sus tierras. Quienes padecen el drama del exilio interior saben que muchos de estos generadores de expulsión -paramilitarismo, guerrilla, violencia estatal y paraestatal-, han sido atrapados por el negocio de la guerra y por los políticos venales.
También la poesía ha sido desplazada de los medios impresos con contadas excepciones y, más aún, de los grandes sellos editoriales. Así que inxiliada en su propia búsqueda, esta generación sabe que el desplazamiento humano es el mayor drama colombiano actual.
El inxilio quizá tenga unos rasgos de enajenación y de expolio peor que el de quienes tienen que exiliarse. Es la pérdida del país dentro del país mismo, tener que habitar en la periferia como un único territorio posible, sentirse ciudadano de ninguna parte, exiliado de sí mismo, pertenecer a un no-lugar.
Colombia es uno de los países con más número de desarraigados en el mundo. En 2013 se señala la cifra de 230 mil personas entre hombres, mujeres y niños obligados a abandonar sus tierras. Mi generación ha asistido de manera dolorosa a ese inmenso desalojo. Y no pocas veces lo registra en sus poemas. Naturalmente, el desplazamiento que da nacimiento al inxilio colectivo no es privativo de estos tiempos y podríamos remontarnos a la violencia de los años cincuenta, pero nunca este drama ha sido más cruento que a partir de los años en los que esta generación se ha venido expresando. No es un capricho. En aras de señalar un período de nuestra historia, el nombre de Poetas del Inxilio podría ser una forma sencilla de recordar nuestro drama colectivo. Quizá sea cierto lo que afirma el más citado de los poetas argentinos: “la realidad no es verbal”. Pero aún así, creo que hay que nombrar a los desplazados internos una y otra vez, hasta que se acaben la guerra y el desarraigo.
La poesía se mueve en los terrenos de la duda, en algo que avasalla todos los géneros artísticos hasta el punto de poder señalar que donde no hay poesía difícilmente hay arte, desde la plástica y la cinematografía hasta la narrativa y la dramaturgia. Y es que esta anómala forma del pensar que nunca ha debido escindirse de manera radical de la filosofía, parece que más que escribirse, sucede.
He sido cauto a la hora de señalarle un papel mesiánico a la poesía y a pedirle de manera irrestricta una utilidad inmediata. Pero como soy de la creencia de que es algo más que un género literario, que es más bien una forma de andar por el mundo, de respirar al unísono con los demás, me resulta impensable que no atendamos aún sin un “deber ser” programático a nuestra historia, que en nuestro caso está atravesada por una suma interminable de violencias. Por un absurdo temor a la ambigüedad, a las verdades que no pertenecen al orden de lo inmediatamente comprobable, por la falta de rigor científico y otros aparatos del concepto lógico, algunos le enrostran a la poesía una falta de tratos con la realidad en otra forma de violencia cultural, de imposición. Creo, con Raúl Gustavo Aguirre, que “lo inexpresable también forma parte de la realidad del hombre”.
Aimé Césaire, un poeta que se sentía torturado y humillado en cada hombre o mujer torturados o humillados, se asumía como víctima pensando que somos parte los unos de los otros y que no vivimos en un mundo abstracto, enajenados de la realidad. Es poco probable que haya un pensamiento de orden filosófico que no se pregunte por lo que nos sucede en los demás, en sus alegrías y desvelos. Lo mismo ocurre con la más alta poesía.
Pensar que hay miles de estrellas muertas en el cielo que nos siguen alumbrando conduce a pensar en los cientos de poetas muertos que aún nos siguen, de la misma manera, alumbrando.
La sola imaginación es subversiva y casi sin premeditación se vuelve una suerte de resistencia espiritual. Ahora, es bien sabido, como decía César Fernández Moreno, que como no se ha podido poetizar la política se ha politizado la poética. Y hay ejemplos de grandes poetas que se manifiestan políticamente en sus versos sin perder de vista su alto rigor estético, como René Char, César Vallejo, Yannis Ritsos, Carl Sandburg, Osip Maldestam, Vladimir Holan, Anna Ajmátova, Nelly Sachs, Bertolt Brecht, Paul Celan y tantos otros que no cabrían en esta página. Si hago este breve listado, es solo porque generalmente y de manera maliciosa, desde la orilla de los manieristas sólo se recuerda a los malos poetas políticos, que también son legión, y de esa forma despachan y rehúyen el asunto de una necesaria impureza lírica que también hace parte de la vida.
En cuanto al poder transformador de la palabra, el mejor ejemplo lo encontré en una cárcel de Chile, donde un preso me expresó el más alto elogio de la poesía que haya escuchado. Allí, en un lugar que parece negar de entrada la libertad, me contó que todas las noches se escapaba de su celda y saltaba los cuatro muros cardinales mientras leía los poemas místicos de San Juan de la Cruz.
A lo mejor podría haber sido otro poeta el que leyera, pero el efecto de transformación del ánimo y por tanto de la realidad, podrían haber sido los mismos. El reo chileno me hizo dudar de algo que siempre he afirmado en contra de los mesianismos, aquello de que intentar cambiar la realidad con poesía es como intentar descarrilar un tren atravesándole una rosa en la carrilera. Una condena al fracaso. El hombre enjaulado volaba encima de los muros sin que le aplicaran la ley de fuga, gracias a la voz de un remoto poeta.
Y vuelvo al territorio de la duda. En poesía una verdad mal dicha fácilmente se vuelve mentira mientras que una ficción bien lograda puede volverse para siempre verdadera, como Hamlet, Sherezada o Moby Dick, y digna como ese personaje del coronel que no tenía quien le escribiera y que no usaba sombrero para no tener que quitárselo ante nadie, según la magnífica novela de García Márquez. No le basta con las verdades fácilmente compartibles y arrulladoras, pues al igual que la filosofía su territorio de exploración natural está en la duda. La poesía se pregunta cómo andar al mismo tiempo en dos orillas de la realidad, en medio de lo que Simone Weil llama “una comunidad ciega”, una aturdida comunidad dividida entre la realidad y el deseo.
A cada rato, cuando se habla de la utilidad de la poesía en un medio de naturaleza violenta como el nuestro, se acude una y otra vez a una pregunta del romántico alemán: “¿para qué la poesía en tiempos de penuria?” Creo que es mejor cambiar, invertir la pregunta y decir ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria? ¿Como simple adorno? ¿Como manierismo? ¿Como un mero esteticismo? De ser cierto que la poesía no tiene sentido en tiempos de penuria nunca se habría escrito, pues todos los tiempos del hombre han sido de penuria.
Un aparente escollo para la poesía tiene que ver con la crisis de la palabra, en particular por su constante manoseo. La palabra es la primera baja en una crisis social: para qué el vocablo pan si no remplaza al pan, para que la palabra libertad si tantas veces está en los labios de los carceleros. Sin embargo esto, antes de crearle un desaliento obliga al poeta a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje y a habitar de nuevo las palabras que el mal uso ha ido volviendo huecas, calcáreas. Es paradójico, hasta la libertad en el poema resulta tantas veces contradictoria por el hecho mismo de querer fijarla en palabras. Como es paradójico que estando la poesía construida con vocablos aspire al silencio.
La poesía, y tomo acá su nombre de manera genérica para toda creación artística, como un epicentro de todas las artes, parece recordarnos que resulta tan precaria, tan irrisoria la llamada realidad (y “realidad” es una palabra que al decir de Vladimir Nabokov siempre debería ir entre comillas) que a cada momento tenemos que inventarla. Esto hace que la poesía no sea tan lejana de la ciencia, no obstante sus búsquedas se den en diferentes estadios del pensar, en diferentes gabinetes de la imaginación. (Aldo Pellegrini, dixit).
Lo que hace más rica y diversa a la poesía escrita es que las verdades estéticas que se agolpan en la interpretación de la lírica nunca han podido, a pesar de credos y de manifiestos cerrados, del aluvión interpretativo, imponer un sentido único a la expresión creadora. Que no tenga nunca el rango de fórmula matemática, sino que el sentido de lo impersonal y de lo abierto la visiten, hace que la poesía resida más allá del poema, aún en los linderos del lenguaje, en los bordes de la palabra que se calla.
Previene René Menard sobre “dos clases de poetas sin porvenir: los que protestan por el Paraíso Perdido y los que prometen una Edad de Oro. Los primeros lisonjean sueños que el hombre persigue desde su madurez; los segundos seducen hasta el momento en que demuestran su espíritu de tiranía”. Habla el mismo Menard de “los poetas ideólogos” para quienes “el fanatismo o la esterilidad son su refugio”. La poesía es algo más que un catálogo de ideas. Los francotiradores del inmediatismo político veían mal a Rubén Darío porque cruzaba en medio de gallineros en Managua pero los imaginaba cisnes, veía indígenas chorotegas sin dientes pero creía que eran princesas de una corte de Versalles, con lo cual también condenarían a cualquier caballero de triste figura capaz de trocar, como todo gran poeta, molinos en gigantes, mujeres de espléndida fealdad en arquetipos de belleza. “La verdadera poesía no consuela de nada”, decía René Menard.
Aunque el poeta sabe que, más temprano que tarde, será como todos los hombres victimizado por la realidad, le opone la palabra al nombrarla, tiene clara conciencia de que pastorear lo real, domesticar lo real para sumergirse en zonas de significado mitológico, es una función devoradora. Ese “cambiar la vida”, la vieja divisa de Rimbaud, cada vez parece asistirlo menos. Pero es su aspiración el encuentro con la esencia, la búsqueda de una ética ligada a la belleza superior lo que lo pone en contacto con la eterna fugacidad, con lo que huye llevando en sí jirones de otras realidades más complejas. Realidades que, al cambio feroz de los días y aún de los milenios, exigen particularmente unos nuevos tratos con el lenguaje.
La poesía se parece, en su calidad invasora, a la araña que sube por la escoba que la barre: pone un contrapunto a la razón. Y es en esa satanización de lo poético en aras de la realidad que pregonan los tiempos y que pregonan las sociedades hipnotizadas por el miedo a pensar, donde -de nuevo la araña trepa a la escoba- le queda a la poesía su antigua y renovada condición de resistencia. De ese centro brota el hombre negado a la clonación o al autismo. Es ahí, en el reino paradojal, donde la poesía expulsada de la República de Platón, que en nuestro caso podría ser la República de Plutón, tiene un reino de individuos insumisos.
Ser poeta en un país salvaje es elegir una larga cuarentena, guardar como un talismán la palabra más breve y, por momentos, la más bella. Esa que en Colombia parece olvidada, la rotunda voz que casi nadie dice, que casi nadie oye, las dos letras que conforman la palabra no.
Nunca antes la poesía y el poeta -y no hablo desde la ideología- tiene mayores estímulos para diferenciarse del país que no desea suyo. No es un deber ser, no es algo programático, pero qué necesario es enfatizar la distancia frente al crimen, no tanto por sentirnos más buenos como por sentirnos lejos de los pases hipnóticos de la muerte espiritual y del gregarismo tribal frente a la nada.
Libertad y poesía son dos palabras siamesas: la una conduce a la otra y difícilmente se pueden separar para que tengan vidas escindidas. A no ser que al enunciarse se trate de una falsa libertad, como la que está casi siempre en labios de carceleros y liberticidas, de una parte, y de la impostación poética, de otra.
Esas dos palabras, esos dos conceptos por los cuales han corrido verdaderos mares de tinta, me parece que han sido muy bien definidos por una dupla de escritores de talantes afines y de percepciones cercanas al anarquismo. Albert Camus, que decía que la libertad es el derecho a no mentir, y Henri David Thoreau, quien afirmaba que la poesía es la salud del lenguaje.
Lo contrario, la servidumbre intelectual del poeta y la docilidad del ciudadano, no es otra cosa que la práctica de una voraz autofagia, una forma de devorarse a sí mismo. Es la muerte del que disiente, el destierro del outsider, el exilio del fuera de lugar o del perpetuo insatisfecho. En realidad, más que en un exilio, el outsider vive ahora su periferia, el convertirse en extranjero en su propia tierra, muchas veces hasta el extremo de verse arrinconado en los límites del lenguaje. Todo por saber que la poesía puede llegar a convertirse en un territorio autónomo, algo así como la banda sonora de la desobediencia. Por supuesto que ejercer ese derecho a no mentir es castigado de una y mil maneras por bedeles y comisarios.
La idea orwelliana de que “si la libertad significa algo es el derecho a decir a los demás lo que no quieren oir”, en sociedades ensimismadas por el unanimismo conduce hasta al extremo de poner en riesgo la vida del ejercitante. Del que se atreve a decir, a pesar de todo, lo indecible.
Cuando John Donne afirma que nadie puede dormir en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo, podría estar hablando también del poeta. El poeta es el que canta en medio de las encrucijadas, el insomne frente al destino colectivo que no obstante hace del sueño su irremplazable alimento. A lo largo de mi vida de escribano no he intentado otra cosa que ejercer la libertad y con ella la independencia. Libertad de culto, de ideología, de fortuna, de banderas y esteticismos. La libertad de ejercer la imaginación sin pagar aduanas, sin el soberano permiso de nadie.
Soy de la idea de que mientras persista la imaginación, la capacidad de fabular más allá de la espesa nata de la uniformidad y el gregarismo, mientras la poesía sea arena y no aceite en las maquinarias ideológicas y cerradas de un mundo sin matices, el hastío, el miedo y la miseria, ese trípode en el que se monta la visión del mundo actual, no extenderá del todo su aire espeso, el agujero negro de la satisfacción y el aturdimiento colectivo que tanto exaltan los tartufos.
Creo en los poetas de la intemperie, en los que no sufren la claustrofobia de su mundo intimista, en los que tienen al mismo tiempo que muchas reflexiones y lecturas, un tramado de calles, de retículas y trazados por los que transitan los hombres.
Que la poesía es una religión sin feligreses se nos repite a cada tanto en los medios y en los bufetes, invocando la inutilidad y llamando al desaliento, y tras manifestarlo corren a reunirse y a hablar en el esperanto de la tontería y los lugares comunes, en una religión cuyo único dios tiránico es el embotamiento de los sentidos, la pérdida irreparable del sentido de la individualidad creativa y la aventura.
Quisiera repetir con René Char que “en todas nuestras comidas en común invitamos a la libertad a sentarse”. Y agregar en consenso con el poeta que “el lugar permanece vacío pero el cubierto está puesto”. A esto conduce la mejor poesía.
Publicado originalmente en sueco bajo el título Ensamma är vi alltid tillsammans (Solos estamos siempre juntos), en el diario Svenska Dagbladet, el 18 de octubre de 1997. Dicha versión sueca puede leerse en La Rana Dorada. He preferido realizar una traducción casi literal de esta crónica en lugar de escribirla de nuevo en castellano. CV.
Vivir la soledad es, presumiblemente, un placer para la mayoría de las personas en esta galaxia. De otro modo no estaríamos tan frenéticamente ocupados en establecer límites, legislar sobre prohibiciones, aplicar reglas restrictivas y cerrar puertas.
Por todas partes se ven signos y señales que advierten sobre la humana nostalgia de la soledad.
Esta pulsión, común a todo el género humano, es tan poderosa que algunos quieren estar completamente solos en la soledad.
Octavio Paz escribió hace más de medio siglo un luminoso ensayo con el título El laberinto de la soledad, en un intento de descubrir los rasgos característicos de los mexicanos. Y aunque no lo afirmó categóricamente, los lectores tienen la impresión de que los mexicanos, solamente los mexicanos, son seres solitarios por naturaleza.
Pero en ese punto está equivocado.
El poeta peruano César Vallejo consiguió, a fines de la década de 1930, construir una formulación que incluye tanto la soledad universal, íntima, individual, como la variación cultural que esta humana angustia puede manifestar: «… subes a acompañarme a estar solo…«
Ven, amigo, ayúdame a etar solo. Ven para que podamos estar solos juntos.
Y el chileno Pablo Neruda reconoció abiertamente en su Canto General, algo que muchos latinoamericanos intentan mantener en secreto, eso que Octavio Paz ve solamente en los mexicanos: «… en la soledad más espesa, la de la noche de fiesta…«
Naturalmente. ¿Por qué habríamos nosotros, los latinoamericanos, de hacer fiestas, si no fuera para poder estar solos?
Nos reunimos en grandes cantidades, gentes de todos los colores, edades y tamaños, bailamos y bebemos, gritamos, volvemos a bailar, cantamos y reímos y bebemos más y nos hacemos bromas los unos a los otros. Con la máscara siempre puesta. Y bebemos un poco más. En el más íntimo círculo del alma, bajo la protección de la ruidosa muchedumbre multicolor, está cada individuo para sí solo y continúa tranquila y gozosamente su eterno diálogo consigo mismo.
La locura del carnaval constituye un ambiente apropiado para la soledad latinoamericana. Hemos desarrollado el viejo carnaval medieval, que era tal vez un grito desesperado de protesta contra el hacinamiento de la pobreza, hasta convertirlo en una representación colectiva en la que cada cual juega un papel en una parodia sobre la tormentosa historia y convivencia de todos. Soldados romanos, fenicios codiciosos y fastuosos, negros que danzan e improvisan música con las simples herramientas del trabajo esclavo en lugar de verdaderos instrumentos musicales, inquisidores, falsos reyes, caballeros cruzados, gordos cardenales, mujeres de fantasía, «indios» de toda clase, momias, alegres esqueletos.
Todos esos disfraces y máscaras nos recuerdan nuestros antepasados, hermanos y primos: asiáticos de Mongolia, chinos, celtas, fenicios, romanos, judíos, antiguos y modernos germanos, árabes de África del norte, esclavos de Guinea, Congo o Dahomey, caníbales caribeños, piratas medievales de todos los colores, polacos, turcos, libaneses, italianos, gitanos, en fin, todos los tipos humanos de todos los continentes, que no solamente han llegado a nuestros países durante los últimos 60.000 años, sino también se han mezclado unos con otros con innegable entusiasmo.
Nuestra soledad se alimenta en la fuente de una multicultural nostalgia de las muchas tierras que nuestros antepasados tuvieron que dejar cuando acudieron al Mundo Nuevo para crear este carnaval de apariencia caótica que llamamos «la sociedad latinoamericana». La sociedad del mestizaje. Esta es precisamente la multiplicidad que nos embarga cuando estamos solos o, mejor dicho, cuando estamos «con nosotros mismos».
Porque la soledad es una compañía, es la confrontación del individuo consigo mismo, un diálogo entre la criatura humana y su alma, entre el ser individual y su universo interior.
Existen otras naciones, más exóticas, donde las gentes procuran aislarse por completo para administrar su soledad. Trabajan duramente y gastan mucho dinero y recursos para lograr su objetivo: una roca solitaria cerca del Ártico, con bella vista sobre el mar y el bosque bajo el cielo profundamente azul.
Debe reinar un absoluto silencio, porque el silencio es el esposo de la soledad en la mitología de estas criaturas. Cada individuo debe tener su propia roca muy lejos de las rocas de otros. Uno permanece sentado ahí, completamente solo, con el teléfono portátil apagado, hablando en silencio con su propia alma.
El español Miguel de Unamuno ha descrito magistralmente el carácter de este diálogo interior como una de las premisas fundamentales de la existencia. Cada cultura vive este diálogo de la soledad a su manera y en su forma. Criticar una u otra forma sería algo tonto. Si el humano nórdico necesita cien kilómetros cuadrados para estar a solas consigo mismo, pues que lo haga. Que cada cual atienda sus negocios a su gusto.
Nosotros, los latinoamericanos, empleamos a veces un truco muy astuto cuando queremos compañía en la soledad: nos reunimos en torno a una mesa en algún café y simulamos conversar los unos con los otros. Después de unos minutos de animada argumentación comenzamos a hablar simultáneamente, no los unos con los otros sino los unos encima de los otros. Nadie escucha y todos argumentan.
«¡Qué locos!», pensará seguramente la criatura nórdica que mire este espectáculo. Pero las apariencias engañan. Lo que ocurre en realidad es que cada uno habla con su propia alma y aprovecha la ocasión para tomar al mismo tiempo un café con los amigos. Genial, ¿no?
¿Y de qué trata el eterno diálogo interior?
Gertie Englund, egiptóloga de la Universidad de Uppsala, nos ofrece una parte importante de la respuesta. En su excelente libro Så tänkte de (Así pensaban ellos) podemos seguir la conversación de un hombre del antiguo Egipto con su alma. Un texto de hace 4.000 años describe la discusión. El hombre está cansado de la vida y desea la muerte. Él intenta convencer a su Ba (alma, otro yo) de que la muerte y el reino de los muertos es mejor para ambos. «El Ba es de otra opinión completamente diferente y sostiene que el hombre se hace representaciones sentimentales y erróneas sobre lo que la muerte significa».
El Ba argumenta: «Eres un humano y vives. Pero, ¿de qué te sirve? Escúchame, escuchar es bueno para los humanos. ¡Sé feliz y alegre y olvida las preocupaciones!»
El hombre insiste. Él quiere hablar sobre la muerte, sobre el otro lado de la vida, sobre la vida después de la vida. El Ba intenta explicar que uno no debe hacer preguntas sobre problemas que todavía no existen, que «uno no debe pedir una comida antes de tiempo sino cuando es hora de comer». El hombre se empecina y habla sobre una materia de la cual ni él ni el Ba tienen experiencia alguna. El Ba exige que ambos permanezcan en el reino de la vida y sus problemas reales.
La conclusión de Gertie Englund es aleccionadora: «En esta antigua narración egipcia tenemos un testimonio sobre cómo el ser humano encuentra en su interior un interlocutor que es una parte de él mismo pero que no equivale a su yo conciente. Este interlocutor tiene otras ideas sobre cosas y casos, y sobre conductas apropiadas y formas de relación, de las que el individuo ha meditado. Es un aspecto de su propia alma que sale a su encuentro, algo que tiene su propia opinión acerca de lo que es la vida y de cómo se ha de vivir la vida».
Finalmente «subraya el Ba cuán importante es que los dos lados de la persona mantengan comunicación mutua».
Esto es precisamente lo que intentamos hacer, una y otra vez, y por eso queremos vivir nuestra amada soledad, independientemente de si nuestra roca está en la vecindad del Ártico o en medio de un estruendoso carnaval.
Carlos Vidales
Estocolmo, 5 de julio de 2014
Noticia: recientemente se realizó la Primera Vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. Las dos fuerzas que quedaron calificadas para ir a la Segunda Vuelta fueron: 1- La del candidato del uribismo, señor Zuluaga; y 2- La del presidente en ejercicio, señor Santos. Las organizaciones y grupos de la oposición están enzarzadas en viva discusión sobre si abstenerse, votar en blanco o apoyar al señor Santos, pues el candidato del uribismo es garantía segura de que las negociaciones de paz que se desarrollan en La Habana entre las FARC y el gobierno, serán clausuradas o gravemente lesionadas. De este modo, el tema de las negociaciones de paz se ha convertido en el foco central de la Segunda Vuelta presidencial. En estas circunstancias, el escritor William Ospina ha sacudido el debate político al anunciar su apoyo a la candidatura uribista. El texto de su declaración puede leerse haciendo click en su título: De dos males.
Esta es mi respuesta a la declaración de William Ospina:
Confieso que no me sorprendió en absoluto la columna de William Ospina en favor del candidato uribista. Lo que a otros ha parecido absurdo a mí me ha parecido perfectamente lógico: que él apoya al representante de la guerra, de las motosierras, de los desplazamientos y del horror, porque «con ellos no es posible llamarse a engaños: si hablan de guerra, hacen la guerra; si odian a la oposición, no fingen amarla». Digo que me parece lógico, porque desde hace años vengo pensando que un escritor dedicado a reciclar la sangrienta epopeya de los conquistadores en sucesivos mamotretos de caballería tropical, tarde o temprano tiene que terminar rindiendo culto a la feroz dinámica de la conquista.
«Uribe, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo, pero que benefició enormemente al viejo establecimiento colombiano que hacía agua por todas partes». Ponga usted esa frase inmortal en otro contexto, por ejemplo: «Hernán Cortés, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo de México, pero que benefició enormemente a la vieja aristocracia española, podrida hasta sus cimientos». O bien: «Mussolini, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo, pero que benefició enormemente al viejo establecimiento que hacía agua por todas partes». Lo que hay detrás de todo esto, que literalmente se aplica a Hitler y a Franco, es la creencia de que una nueva élite conquistadora (inteligente, astuta, con tremenda energía, sin escrúpulos, violenta e implacable) es mejor que una vieja élite corrupta que hace agua por todas partes. En otras palabras: que es muy bueno que esa vieja élite se caiga de una vez por todas aunque la sociedad entera caiga de la sartén al fuego o directamente al infierno. Fue cabalgando sobre ese sofisma fascista que Mussolini ganó las elecciones, que Hitler ganó la elecciones y que los fascistas rumanos, húngaros y portugueses sostuvieron siniestras dictaduras militaristas durante muchas décadas trágicas.
Se necesita ser un ingenuo admirador de la conquista para sostener que el uribismo, que es la Segunda Conquista (con sus desplazamientos, su despojo de tierras, sus masacres, su odio contra las víctimas, su glorificación de la violencia), es mejor que las viejas élites formadas en la Primera Conquista, como si la renovación de la sociedad colombiana debiera pasar por la renovación del horror y del genocidio.
Pero también se necesita tener una mentalidad de libros de caballería para creer que unas elecciones deciden todo el destino de un país, y no de un país cualquiera, sino de Colombia, donde no vota el 60 por ciento de las víctimas (en Colombia no hay electores, hay víctimas) y donde la inmensa mayoría sigue viviendo según sus propias leyes particulares e individuales sin que se sepa exactamente cuáles son, porque se hace lo que se puede y eso es muy cambiante y muy dinámico. Tanto los amantes de los nuevos conquistadores, como los partidarios de los viejos, como quienes creemos en la necesidad que construir una sociedad nueva, diferente, deberíamos ser conscientes de que el uribismo y sus paracos, sus bacrim, sus urabeños, harán lo que puedan hacer ganen o no ganen las elecciones, y así haremos todos los demás, gane quien gane la segunda vuelta.
Si algunos, o muchos, votan desde la izquierda por el señor Santos, no están votando por la «vieja oligarquía bogotana» (curiosa categoría sociológica inventada para defender a la nueva oligarquía antioqueña, no para defender al pueblo). No. Estarán votando contra los bandidos que hacen política desde la cárcel, porque nunca, jamás en la historia de Colombia, o del mundo, ha habido tanta jefatura de un movimiento político haciendo liderazgo desde detrás de la rejas, donde están por ladrones, fascinerosos y genocidas. ¿Esa es la «nueva élite» que nos propone nuestro ilustre narrador de la épica conquistadora?
Como ya se ha señalado en estos foros, el socialista francés Jean Jaurès, asesinado en 1914 por oponerse a la guerra mundial que se acercaba, explicó: «en la primera vuelta, escogemos, en la segunda, eliminamos».
Y esto es lo que queremos hacer en esta segunda vuelta, compatriotas. No pudimos escoger lo que queríámos en la Primera Vuelta, pero en la segunda ejerceremos nuestro derecho a eliminar lo que de ninguna manera queremos. No es mucho, pero es algo y, como dice el filósofo Rajoy, algo es algo. No le demos más vueltas ideológicas a este asunto.
O sí: es incompatible ser admirador de los gobiernos «progresistas» de América Latina, que con todas sus deficiencias, errores, limitaciones y dificultades trabajan por el bienestar del pueblo y, al mismo tiempo, ser admirador de los genocidas con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animales políticos.
Es imposible conciliar esas dos cosas. Decídase, William, por una de las dos, pero no por ambas.
Carlos Vidales
Estocolmo, 1 de junio de 2014
Termina el año 2013 con las mismas injusticias seculares, la misma vieja opresión, la misma antigua, perversa corrupción en todos los rincones del planeta. Naciones enteras en retroceso hacia las formas más oscuras de la intolerancia, las prohibiciones, los crímenes contra la libertad y contra la dignidad humana. A los infames recortes sociales siguen los recortes de los derechos de las mujeres, de los niños, de los inconformes, de los que se aman, de los que piensan, de los que intentan defender la intransferible propiedad de su intimidad, de los que rechazan los privilegios, de los que defienden a la naturaleza y a los animales, de los que exigen la paz, el libre pensamiento, la educación para todos y el valor de la opinión y de la conciencia.
Un rey que asesina elefantes a precio exorbitante que es pagado por algún reyezuelo extranjero a cambio de favores en la adjudicación de contratos, un presidente que desata guerras por doquier en nombre de la paz, un régimen que permite el asesinato de adolescentes en nombre de la moral sexual, otro que invade las antiguas colonias de su nación sin siquiera solicitar el visto bueno de las Naciones Unidas, gobiernos que se erigen en dictadores de la vestimenta femenina, prohibiendo el velo de la Virgen María y financiando con prebendas fiscales la propaganda comercial del cuerpo femenino, regímenes que bombardean ciudades y campos asesinando niños y ancianos con impunidad hitleriana, todo ello en medio de la orgía global del consumo y la alta tecnología mientras la atmósfera se ahoga, el planeta se calienta y la diversidad biológica se asoma al borde de la catástrofe, todo ello marcaría los síntomas del fin de nuestra especie si no fuera porque los indignados, los rebeldes, los importunos crecen y se multiplican y cubren la tierra como las langostas bíblicas que en su día pusieron de rodillas al poderoso faraón.
Sí, el año nuevo que ya llega anuncia grandes luchas de los pueblos, de las muchedumbres marginadas, despreciadas y oprimidas. Dirá el tiempo si esas luchas llegan demasiado tarde o si, por el contrario, lograrán detener la orgía suicida de las clases dominantes del mundo. No siendo profeta, me niego a profetizar. Pero quisiera tener la voz poderosa de los jueces bíblicos que anunciaban la cólera santa de los pueblos y clamaban contra la corrupción, la mezquindad y la estúpida avaricia de los opresores.
Que venga el nuevo año y traiga luz en las conciencias, determinación y valor en las voluntades, heroísmo en los ánimos y solidaridad combatiente en los corazones. Que seamos capaces de barrer sin piedad las lacras de la humanidad doliente. Que seamos todos, sin vacilaciones, los rebeldes, los indignados, los revolucionarios, los importunos.
Carlos Vidales
Estocolmo, diciembre 28 de 2013
Ensayo sobre la construcción de la imagen paterna del líder en la historia y en la política. El carisma y la relación carismática entre el líder y su pueblo. Reflexiones sobre el culto a Bolívar. Escrito en 1983 pero creo que ahora tiene más vigencia que entonces. Los lectores dirán.
El 15 de enero de 1871, pocas horas antes de tomar el barco que lo llevará al destierro en España, José Martí escribe a su maestro y protector Rafael María de Mendive:
Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a usted se lo debo, y de usted y sólo de usted es cuanto de bueno y cariñoso tengo. No ha cumplido aún los dieciocho años, pero ya ha pasado uno en la cárcel. Allí, pagando el crimen de haber escrito en pro de la independencia de su patria, ha culminado la formación de su personalidad. Conoce ya que lo importante no es cuánto se sufre, sino saber sufrir, y conoce que el hombre verdadero ha de sentir gratitud y amor por su maestro. Hoy, al recordar a Martí cuando se acerca el mes de mayo y un nuevo aniversario de su muerte, es preciso evocar también al hombre que lo formó con decisión y generosidad. Rafael María de Mendive era un pedagogo de infinita paciencia, un hombre de gran ternura, un poeta de verso suave y sencillo y un patriota valiente que sufrió con entereza la cárcel y el destierro por la libertad de Cuba. Él infundió en José Martí un amor ardiente por los débiles y los oprimidos y un entusiasmo fervoroso por las acciones heroicas. Pero sobre todo, él supo moldear la inteligencia extraordinaria de su discípulo, y someterla al gobierno de dos cualidades tutelares: la moral y la disciplina. Y esta sujeción de un talento brillante y entusiasta al orden de una moral lúcida, sin dogmas, y de una disciplina implacable, harían de la personalidad de Martí uno de los fenómenos más extraordinarios en la historia de Nuestra América. «La inteligencia sin virtud no es más que azote y crimen», habría de decir más tarde el propio Martí. Él hizo de su vida una conjunción indisoluble de inteligencia y virtud, y por eso pudo decir alguna vez, respondiendo a los ataques injustos de un adversario político: Si mi vida me defiende, nada puedo alegar que me ampare más que ella. Y si mi vida me acusa, nada podré decir que la abone. Defiéndame mi vida. La disciplina hizo de él un trabajador excepcional. En un sólo día solía escribir diez cartas, varios manifiestos revolucionarios y dos o tres artículos periodísticos. Asombra constatar la elevada finura y calidad de sus escritos, compuestos con una velocidad febril y revisados con feroz autocrítica, a vuelo de pluma. Inteligencia, moral y disciplina trabajando juntas: el resultado no puede ser otro que la originalidad. Martí jamás adoptó esquemas ni modelos ajenos y siempre estudió las experiencias de otros para aprender, no para copiar. Más aún, él comprendió con claridad que la falta de originalidad ha matado la virtud y generado la infamia en nuestra historia, cuando el empecinamiento por organizar a nuestros pueblos con fórmulas importadas ha conducido al uso inevitable de la coerción dictatorial. Así lo expresó en el ensayo titulado Nuestra América: Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador. No puedo resistir aquí la tentación de trazar un paralelo entre José Martí y Simón Bolívar. Ambos, discípulos admirables de maestros admirables: el uno de Mendive, el otro de Simón Rodríguez. Ambos, poseídos por la misma causa: la independencia y la construcción de la identidad de Nuestra América. Ambos, dominados por una febril excitación y una energía descomunal: Bolívar recorrió cien mil kilómetros librando batallas por la libertad, Martí viajó por todos los continentes de la inteligencia forjando cien mil ideas por la libertad. Ambos quemaron la llama de su existencia en ese vértigo creador: Bolívar murió a los cuarenta y siete años, Martí a los cuarenta y dos. Ambos comprendieron la ineludible necesidad de la guerra libertadora frente a una potencia colonial resuelta a mantener su imperio por la fuerza: «Sólo la guerra puede salvarnos por la senda del honor», dijo Bolívar, y Martí fue más preciso: Es criminal… quien promueve una guerra que se puede evitar; y criminal quien deja de promover la guerra inevitable. Pero el paralelo es más profundo que eso. Ambos vieron, cada uno desde la perspectiva de su tiempo, la importancia que tendría el desarrollo de Nuestra América para el mundo entero: Bolívar dijo alguna vez que «nuestra causa es la de todo el género humano», y Martí escribió: «Es un mundo lo que estamos equilibrando; no son sólo dos islas las que vamos a libertar». Ambos advirtieron también el peligro que para el continente y el mundo representaba el agresivo desarrollo del poder económico y político de la gran nación norteamericana, y a Martí correspondió el mérito de reformular y profundizar las premisas teóricas de la identidad latinoamericana frente a las fuerzas crecientes del imperialismo. Ambos fueron pensadores originales, creadores. Bolívar intentó elaborar una doctrina del poder y del estado a partir del examen de la realidad hispanoamericana, y desde su Carta de Jamaica hasta la Constitución Boliviana, pasando por las tesis expuestas en su discurso ante el Congreso de Angostura, se respira una libertad de pensamiento y una osadía de análisis propias de quien no teme concebir ideas nuevas. La obra de Martí es un ejemplo viviente de originalidad creadora. Ahora bien, los grandes hombres no surgen solos, no son islas ni oasis del desierto. Las épocas de Bolívar y de Martí fueron épocas revolucionarias, preñadas de luchas y de heroísmos, con alzamientos de pueblos y movimientos de muchedumbres, con precursores y mártires. Las tierras que habrían de constituir la Gran Colombia, el escenario de Bolívar, engendraron y parieron dos generaciones brillantes de hombres que dieron una faz nueva a las ciencias, las artes, las letras y la política, y lo mismo ocurrió en la región del Caribe en la época de José Martí. Hostos, Maceo, Gómez, son figuras prominentes entre las muchas figuras prominentes de ese tiempo. Pero allí puede terminar el paralelo porque Martí fue además un polígrafo. Escribió poesía y prosa, narración y artículos periodísticos, cuentos para niños y manifiestos revolucionarios, ensayos históricos y notas polémicas, tesis políticas y alegatos morales, indagaciones filosófícas y códigos institucionales, descripciones de la vida cotidiana y estudios sobre lógica. Sus cuadernos de apuntes muestran su interés sin límites por todos los temas, desde los más banales hasta los más abstrusos. Fue precursor del modernismo en literatura. Los grandes escritores españoles de la Generación del 98 reconocieron su autoridad de maestro. Fue elemento decisivo en la construcción del Partido Revolucionario Cubano. Redactó el Plan de Alzamiento de 1884 y el Manifiesto de Montecristi de 1895. Fue corresponsal y colaborador de muchos periódicos sudamericanos, compuso innumerables discursos para sus compatriotas en el exilio, escribió obras de teatro, intentó novelas. Fue un hombre libre, apóstol de hombres libres. Partidario de la guerra libertadora, se opuso en medio de ella al espíritu militarista de jefes ilustres y heroicos y les dijo con franqueza que «no se funda un pueblo como se manda un campamento». Supo distinguir la diferencia y los límites entre la acción militar necesaria para la revolución y las desviaciones y aberraciones militaristas, las arrogancias de quienes intentaban usar las armas y las charreteras como un argumento en el debate político del pueblo, la grotesca tentativa de dirigir al partido revolucionario y gobernar al país liberado mediante órdenes de cuartel. Héroe civil, héroe de la dignidad humana plena y libre, fue un Apóstol de la Libertad y así quedó bautizado para siempre en la historia de América. Es pertinente aquí, y oportuno también porque nos hallamos en medio de una época en que no faltan quienes buscan reivindicar derechos especiales de raza frente a la historia, recordar lo que José Martí escribió sobre las razas y el racismo: Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra; dígase Hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el que dice «mi raza». Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la Humanidad. En mayo, cada año y cada mes de mayo, recordamos su muerte. Cayó en combate, el 19 de mayo de 1895, en una escaramuza que no habría tenido mayor importancia si él hubiera sobrevivido. Trece años antes había escrito: No me pongan en lo oscuro Murió, en efecto, como siempre había vivido: de cara al sol, aunque hoy tengamos que hacer un esfuerzo para no pensar en la siniestra connotación que el fascismo español dio a esa bella expresión: de cara al sol. Y la tumba de Martí, casi incógnita, es apenas casi solamente el viento. Recordemos el terrible instante. Martí cayó muerto porque se adelantó con heroísmo, aunque rompiendo la disciplina. Máximo Gómez había intentado, sin éxito, quebrantar las fuerzas españolas, más numerosas y aguerridas. Al retirarse para organizar una carga recibió la tremenda noticia de la muerte de Martí y se lanzó al rescate de su cuerpo, temerariamente solo. El fuego nutrido del enemigo le impidió avanzar. Los jinetes españoles habían reconocido el cadáver de Martí y ahora se retiraban con el sangriento trofeo. La furia y la angustia cundieron entre los cubanos, que comenzaron a concentrarse para intentar el rescate del Apóstol. Entretanto, el capitán español Ximénez de Sandoval, excitado e incrédulo, examinaba el cadáver. El práctico Oliva aseguró categóricamente que ése era el cuerpo de Martí. Todavía se pidió confirmar la identificación a dos personas: un capitán que había visto al héroe, meses antes, en Santo Domingo, y el mensajero Chacón, quien también conocía a Martí. Ximénez de Sandoval, sin embargo, quería estar plenamente seguro. Una revisión de la casaca ensangrentada del cadáver disolvió todas sus dudas: en un bolsillo se hallaron los papeles de identidad de José Martí. Una anotación en el diario de campaña del oficial español nos cuenta que los ojos del muerto quedaron abiertos y que «tenía las pupilas azules». Los esfuerzos de Maximo Gomez por rescatar el cuerpo de Martí fueron inútiles. La columna española pudo proteger su retirada con las defensas naturales del terreno y los cubanos, muy inferiores en número, no pudieron quebrantar la resistencia enemiga. Una repentina tormenta impidió a Gómez continuar sus ataques y cuando al fin logró llegar al bohío por donde acababa de pasar Sandoval, se le informó que la tropa española se dirigía a Remanganaguas, a marcha forzada, para enterrar a Martí. «Aquella noche –cuenta el biógrafo Jorge Mañach*– en el campamento mambí de Las Vueltas no hubo necesidad de tocar a silencio. Con el fuego del vivaque se le vio al Chino Viejo un centelleo en las mejillas húmedas. Alguien acuñó, ya para la posteridad, un titulo venerador: El Apóstol.» «En el centro de la columna española, obligada tambien a acampar por un torrencial aguacero, el cuerpo de Marti fue bajado de la acémila del práctico y dejado toda la noche bajo el cielo negro. No se veían las palmeras, pero los grillos siseaban en las tinieblas su llamamiento implacable.» «A la tarde siguiente lo enterraban en el camposanto aldeano, de alambradas y cruces de palo. Ximénez de Sandoval tenía prisa por saborear la victoria. Pero cerca de Santiago, adonde había comunicado la noticia, recibió ordenes de regresar a Remanganaguas y llevar a la ciudad el cadáver para que no quedasen dudas en La Habana. Ni en la Florida ni en Nueva York, donde los emigrados iban a desmentir desesperadamente el cable…» «Mal embalsamado, en un ataúd hecho de cajones y colocado sobre unas parihuelas, el cuerpo de Martí llega a Santiago de Cuba el 27 de mayo. La columna, que ha sido varias veces tiroteada por el camino, se abre paso entre grupos torvos y silenciosos… Después de la formal identificación, se lleva el ataúd al cementerio con mucho séquito de tropa. Allí el coronel Ximénez de Sandoval inquiere si alguno de los no militares presentes desea hablar. Al cabo de un largo silencio, él mismo pronuncia unas breves palabras: Señores: Cuando pelean hombres de hidalga condición, como nosotros, desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yertos despojos un enemigo… Los militares españoles luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para los muertos.« Martí había escrito: Cultivo una rosa blanca Y ahora, en el acto sombrío de su entierro, podía verse cómo ese hombre bueno y generoso, muerto y tendido en un frío ataúd, se las arreglaba para volver a nacer y sembrar su rosa blanca en el corazón de su enemigo, el coronel Ximénez de Sandoval. ¡Qué contraste! Hubo una vez un general mexicano que perdió una pierna en batalla, y la batalla se interrumpió para enterrar la pierna en funerales de apoteosis, con honores de Jefe de Estado. Esos son generales y batallas y piernas de opereta: la muerte de Martí no ha sido, ni podría ser motivo para interrumpir la batalla por la independencia de Nuestra América, por la libertad y la dignidad del hombre. Y no puede serlo, porque esta no es una riña de payasos, sino la gesta histórica que los pueblos de nuestro continente deberán librar para construir sociedades libres y justas, «con todos y para el bien de todos». Carlos Vidales |
Monthly Review, Nueva York, mayo de 1949
Albert Einstein
¿Debe opinar sobre el socialismo quien no es un experto en cuestiones económicas y sociales? Por una serie de razones creo que sí.
Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos fenómenos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen. El descubrimiento de leyes generales en el campo de la economía es difícil por que la observación de fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos factores que son difícilmente evaluables por separado. Además, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado período civilizado de la historia humana —como es bien sabido— ha sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron, legal y económicamente, como la clase privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la división de la sociedad en clases una institución permanente y crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social.