En medio de la tierra
vi un monstruo horrendo
abominable.
Con estruendo rompía
los huesos y las vísceras
de hombres y mujeres
y de ancianos y niños.
– «¿Qué verdugo es este?» –,
exclamé, horrorizado.
Volvió hacia mí sus ojos
refulgentes de odio sin medida
y rugió:
– «¡No soy el verdugo! ¡Soy La Víctima!»
Carlos Vidales
Estocolmo, noviembre, 2012