Por ley divina
la serpiente es culpable
de mi crimen.
Nota bene. Sospecho que muchos lectores no perciben la complejidad de lo sencillo. El ser humano cometió un crimen, le echó la culpa a la serpiente (para el humano, siempre la culpa la tiene otro) y agregó una mentira: el otro (la serpiente) tiene la culpa por orden superior y eterna. Así se construyen las grandes impunidades humanas. ¿Cómo decir esto en tres líneas? ¿Se entenderá la ironía contenida en la frase «por ley divina»? ¿Dónde está el límite a partir del cual la sencillez oscurece el sentido?
Carlos Vidales (c) 2011