Señor hermano Heráclito,
he intentado verificar tu postulado:
no es posible, afirmas,
bañarse dos veces en el mismo río.
He hablado con el río,
he oído su rumorosa, fugitiva voz.
He aquí su mensaje:
no es posible
bañar dos veces al mismo filósofo.
El hermano Heráclito, es verdad,
no se bañaba con frecuencia:
una vez al mes, cuentan las olas
chismosas del mar.
¿Cómo podría yo reconocerlo,
si ahora mismo ya no soy sino agua ida?
¿Y a quién le importa,
si cada uno es ya un exilio de sí mismo?
Señor hermano Heráclito,
tu voz cambiante, eternamente nueva
se quedó congelada en la escritura
para poner en movimiento
huracanes de ideas adentro de mi cráneo.
Es de volverse loco.
Y en este mismo instante
llega a los telescopios
el resplandor de un choque de galaxias
ocurrido hace diez millones de años
y los astrónomos anuncian:
¡Dos galaxias acaban de chocar!
Señor hermano Heráclito
llévame al reino de tu fuego eterno,
dame la paz del Universo en movimiento
sin descanso
sin comienzo, sin fin, sin límtes, sin muerte.
Carlos Vidales
Estocolmo, 2009-12-30